Según reza en la licencia de apertura de Librería Casiopea, los orígenes de la tienda se remontan al 3 de marzo de 1989. Con motivo del 30º aniversario escribo estas líneas de conmemoración y agradecimiento, con las que además inauguro este blog.
Mis recuerdos de aquel año son confusos. Por entonces tenía 11 años y mis padres, Eduardo y Françoise, llevaban meses reformando un local que habían adquirido en el extrarradio del Puerto de Santa María para convertirlo en una pequeña librería papelería. Sin experiencia en el sector -mi padre había sido contable en las bodegas Cuvillo y Cía.-, y en una zona periférica de la ciudad, cometían la osadía de abrir un pequeño comercio. Intuyo que con los conocimientos comerciales de mi padre y la pasión por la literatura de mi madre, ambos pensaron que el proyecto podría salir adelante.
Como suele ser habitual en los negocios, los primeros años fueron muy duros y fueron necesarias interminables jornadas de trabajo, de agotadoras semanas de siete días laborables y varios años sin vacaciones, para sacar adelante el sueño en el que ambos habían puesto sus esperanzas e invertido sus ahorros y con el que habrían de costear los estudios universitarios de sus hijas. Por su carácter servicial y bromista mi padre congenió pronto con los clientes. Todas las horas sacrificadas le parecían insuficientes… y el exceso de trabajo le pasó factura.
Tras esos diez años, mi padre cedió el testigo a mi madre, que tomó las riendas con garra pero tuvo que recurrir a ayuda externa a la familiar para hacer frente a tantas horas de trabajo, ya que por entonces mi hermana y yo todavía no habíamos acabado los estudios y, aunque siempre colaboramos de una u otra manera, no teníamos la disponibilidad necesaria. Guardamos un grato recuerdo de todas las personas que han trabajado con nosotras. Desde el año 2000 lo hace Eva, quien todavía es rostro visible de Casiopea por las mañanas.
Mi madre, francesa de nacimiento pero portuense de adopción, fue quien bautizó la librería con el nombre de Casiopea. Lectora empedernida, había leído a los clásicos y quedado cautivada por la historia que Michael Ende narra en Momo, cuya tortuga es nuestro logo. «Fransuá», como la llamaba todo el mundo, estuvo al frente de Casiopea otros diez años, coincidiendo con el periodo de bonanza económica y con el inicio de las crisis, así como con el comienzo de la gran revolución tecnológica que ha transformado al sector de las librerías y puntos de venta de prensa y revista, colocándolos en la cuerda floja en la que se encuentran en la actualidad. En esos años también tuvo lugar la ley antitabaco que la obligó a esperar a los clientes a la puerta de la tienda, cigarro en mano, imagen que ha quedado grabado en tantas personas que todavía me lo recuerdan.
Por entonces, debido a la expansión del Puerto de Santa María, la avenida de la Libertad en la que nos encontramos pasó a convertirse en una de las grandes arterias de la ciudad.
En el año 2011 la enfermedad y el infortunio obligó de nuevo a realizar una cesión en las riendas del negocio, siendo a mi en este caso a quien le tocó asirlas. Persona con pocas dotes para la venta, introvertida y parca en palabras, pero que había aprendido el oficio de manera casi involuntaria, me vi al frente de un pequeño comercio al que le tengo un gran respeto por ser el fruto del esfuerzo y el trabajo de mis progenitores.
Con los cambios necesarios para adecuarlo a las nuevas necesidades y exigencias de los clientes, pero respetando la esencia y los valores que desde el principio nos han caracterizado, celebramos el 30º aniversario en unas circunstancias adversas para nuestro sector. A pesar de ello, no puedo dejar de agradecer a todas y cada una de las personas que, de manera casual o asidua, han sido clientes nuestros. Gracias a todos. Deseamos poder seguir prestando servicio por mucho tiempo.
Sofía del Cuvillo Guyonnet